16 de agosto de 2011

¿Cómo no sentirme así?

En el interior de la terminal un perro duerme. Son más de las cuatro de la mañana y cuatro personas (tres hombres y la chica que atiende el kiosco) miran una película doblada con un mal intento de español neutro. Apoyado sobre la única boletería abierta, el hombre de camisa marrón (o terracota, nunca fui buena para los colores) charla con el empleado ¿qué espera? ¿Qué estamos esperando todos acá?

Alguien llama a la boletería y el empleado le pasa el teléfono al hombre de camisa marrón, él da indicaciones de cómo llegar a la terminal a la persona que está del otro lado de la línea. ¿Por qué sabe más que el empleado? Corta y siguen charlando. No espera el micro de las cuatro porque toda la gente sube y el micro se va. Él se queda y yo también ¿Qué esperamos? Yo no tengo pasaje y el hombre de camisa marrón, tampoco. El perro duerme tranquilo, él no espera nada.

Cuatro chicos entran riendo a carcajadas y se sientan, el perro se mueve, pero sigue durmiendo. Después de un rato, los chicos se van. No esperaban ningún micro. Sólo pararon a descansar.

El hombre de camisa marrón me observa, se preguntará qué espero, yo me pregunto qué espera él. Me di cuenta de que me mira y él sabe que también lo miro. Para disimular gira y sigue charlando con el empleado, yo hago que escribo.

A las cinco menos veinte el hombre de camisa marrón se despide del empleado y se va ¿qué esperaba? ¿Qué espero yo? El perro sigue durmiendo.


P.

No hay comentarios:

Publicar un comentario